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27 sept 2011

historias del maratón. 3

Después de una vida de trabajo, triunfador nato, incansable trabajador, con muchos años de experiencia en el mundo de los negocios, por fin podía dedicarse a su hobby preferido , no tenía las típicas preocupaciones de todo mortal, sus hijos colocados, nietos, nietas sanos, ni siquiera la política le preocupaba, ahora se disponía a disfrutar de la vida, a disfrutar en mayúsculas, porque nunca había disfrutado de unas vacaciones, solo algún fin de semana en la Manga, o en la serranía de Cuenca, con mucho sacrificio, robándole horas al sueño y a la familia, que no al trabajo que es sagrado, había podido cultivar su afición no muy secreta, por la mañana, cuando aún el sol no asomaba por el horizonte, y la escarcha llenada de blanco manto todo el parque próximo a su vivienda, el salía en su chándal a correr, a disfrutar de un rato consigo mismo, a sudar, a estirar los músculos, así lo había hecho durante años, ahora ya jubilado, ahora, ahora podría poner en marcha su ilusión, precisamente como la mía, acabar un maratón, aunque solo uno fuese.


Nunca participó en carreras, no tenía tiempo, los malditos negocios, los recibos, la seguridad insocial, el ayuntamiento y hacienda siempre al acecho, siempre molestando sus sueños, pero entre sus sueños había uno que le relajaba, que le daba vida por las noches, y durmiendo corría, ¡ y cómo corría !, en sus sueños sus pies no tocaban el suelo, sus pies apenas un instante parecían flotar sobre la hierba, notaba el aire frio acariciando sus mejillas, incluso le llegaban a picar los ojos, por eso, cuando despertaba se notaba los ojos llorosos, sabía que lo había vuelto a tener, a sentir, y pensaba a veces que estaba un poco loco, pero por lo demás no aparentaba ninguna enfermedad, no le dolía nada, años haciendo sus carreras matutinas, su pequeña tabla de mantenimiento en casa, su salud de hierro de Bilbao, presumía.

Ahora podría poner en marcha su sueño, ese de correr y correr cual gacela perseguida por el guepardo de la muerte, ese por el que siempre salía victorioso, ese que le hacía picar los ojos, de alergia, claro, porque el jamás había llorado, ni con el nacimiento de sus hijos, ni cuando su mujer lo dejó por otro más joven, el jamás había dado muestras de sentimentalismos inútiles, y además en su trabajo no le ganaba nadie, vendía frigoríficos a los esquimales y estufas a los árabes, era para vender capaz de todo, y así se hizo con un capital, tenía la vida resuelta, así que ahora podría poner en marcha su plan, nadie se lo podía impedir.

Resulto más fácil de lo que pensaba, como tenía años de experiencia corriendo varios kilómetros diarios no le fue difícil seguir el plan de entrenamiento de un entrenador personal que contrató, porque podía permitírselo, y porque como buen profesional , sabía que era lo mejor, y se apuntó a su primera maratón, conforme la fecha se aproximaba se ponía nervioso, estaba como un flan, estaba como cuando sus nietos esperaban a los Reyes Magos, y que bien lo pasaba, viendo sus caras, esas que solo se tiene una vez con la inocencia escrita sobre la frente, pues él se sentía precisamente así, con un inocente bien grande en la frente, porque una maratón asusta cuando es la primera, asusta a uno como él, curtido en mil batallas cotidianas.

El gran día llegó, se hizo esperar, pero llegó, como tenía previsto se levantó temprano, comió, bebió, todo como lo tenía previsto, llevaba meses planificando hasta el último detalle, en su fuero interno sabia que más, pero que mas dá, ahora se sentía como un niño, estaba ya esperando en la línea de salida, con un dorsal, con su pulxómetro y sus zapatillas último modelo, y comenzó la maratón, una descarga inmensa de adrenalina, la emoción, todos los sentidos alerta, y su cerebro funcionando como nunca lo había hecho, y el corazón parecía más grande que nunca, y las piernas le temblaban como cuando se declaró a su mujer, hacia tantos años ya, ahora la maratón parecía su nueva novia, su verdadera esposa, tanta emoción lo desbordaba, pero corría, corría despacio, pues lo había planeado hasta el último detalle, al principio muy lento, hasta al menos la media maratón, luego ya vería como estaba, tenía en la cabeza muchos libros leídos, revistas. Monografías, horas en la biblioteca formándose en como correr la maratón, es extraño, como te puedes formar en un sitio tan sedentario para una actividad tan activa, y en la biblioteca soñó, también corrió entre las estanterías y hasta algún tropezón tonto se dio, todo por la maratón, porque la maratón tiene sexo femenino, siempre le gustó decir la maratón y no el maratón, pierde gran parte de su gracia, lo femenino siempre le gustó, siempre ha pensado que es la maratón, y en eso estaba pensando y llevaba 30 km, y todo iba muy bien, ya ni siquiera lo adelantaban, iba de los últimos, sabía que era su lugar, a su edad no se proponía grandes gestas, ahora empezaba a verlo todo nublado, como si el día por arte de magia hubiese perdido su claridad, pero seguía corriendo, corriendo y corriendo, despacio, despacio, despacio, y ahora no sabe lo que está haciendo, no tiene muy claro dónde está, con pantalones cortos, sudado y en medio de la calle, ¿ qué está pasando?, ahora no recuerda nada, se ve rodeado de gente, gente que lo estima, pues llevan observándolo varias horas de carrera y lo conocen de verlo por ahí corriendo tan temprano, pero él, lo reconoce los lugares tan cotidianos.

¿ Qué está pasando ? no comprende , no entiende y el terror aparece en su cara, un terror primitivo, y sigue corriendo, no sabe muy bien donde está y sigue a los demás como el toro bravo sigue a los mansos, pero cada vez está más incómodo y ¡tiene un dolor de piernas! ¿ qué puñetas está pasando aquí?. Eso es lo único que logra pensar, le duelen las piernas y tiene sed, mucha sed, una sed de haber cruzado el desierto, se bebería lo que fuese, ahora se da cuenta que no ha bebido, que nota como tiene espasmos en la barriga, y dolor, mucho dolor, ¿ cómo es posible que se me olvide beber?, algo tan simple, tan natural y obvio.

Ahora son sus compañeros de viaje los que le ayudan, los que le dan el agua y la sal que necesita, y paran de correr, y uno de da un aquarius, otro una manzana, un tercero agua, y lo va tomando despacio y todos han parado, todos le acompañan, nota como le vuelven las fuerzas, poco a poco se va acordando del día que es, y de lo que está haciendo, y vuelve a beber y bebe ahora con locura y en exceso, llevan más de media hora perdida, y le sigue doliendo todo, pero ese pelotón de cola colabora y van todos juntos hasta alcanzar la meta que se habían propuesto, y entran con los brazos en alto, y en lo más alto, una botella de agua que al final alguien le ha dado, y al final del camino se ha dado cuenta que no hay nada en la vida que sea posible programar, no hay nada seguro ni imposible, solo el esfuerzo, la voluntad y el destino harán que una meta se alcance antes, después y a lo peor nunca, pero si es importante llegar, lo es más, intentarlo.



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