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8 jun 2011

cuentos del maratón

Hoy es un buen día, el sol lo ilumina todo, oigo una sirena lejana, intermitente que se acerca, un revuelo de sombras y de voces me envuelven sin entender nada, solo veo sombras y no estoy seguro de lo que está pasando, me empujan, me levantan, pero no siento nada, tal vez me tocan, pinchan y golpean, solo oido una sirena, una sirena que ya he oido muchas veces, esa sirena que en puertas de urgencias huele a trabajo, a guantes, a sangre y hiel.

¡ De repente! oigo ¡deprisa, deprisa que se nos va! y yo pienso  ¿ quién se va? ¿con lo agusto que estoy! me vuelven a golpear, ¡ ya me están mosqueando con tanto golpe! ¡que me van a romper algo!.

De repente caigo en la cuenta, esta mañana me levante muy temprano, esta mañana no tenia sueño, estaba muy despierto, esta máñana era diferente, especial, la luz era brillante, la tierra olía a romero, a lavanda y pebrella, esta mañana me levante temprano, me preparaba lentamente, con la liturgia de un torero, me preparaba la ropa, los calcetines, el pantalón, la gorra, las gafas de sol, la camiseta y el cinturón, con mi pócima mágica, con mis pañuelos, con los imperdibles, el pulsómetro y mi super reloj, esta mañana todo era mágico, comía el aire, olia la luz, y oía el fuego, esta mañana me levante temprano y ví el amanecer, vi salir el sol majestuoso sobre el tímido horizonte, esta mañana sabía que era el día.

Dos años preparando la mañana, dos años sacrificando el tiempo, al cuerpo, a la familia, dos años con el mismo reto, la carrera más larga, con muchas más cortas por el camino, con nuevas marcas, con nuevos records, dos años llenos de sudor, de ampollas, rozaduras, uñas negras y pezones sangrantes, dos años comprando zapatillas, y otros dos más acumulando camisetas, que tienda más colorista podríamos montar, tenemos camisetas de todos los colores, de todas las tallas, tamaños, tejidos y distancias, de manga corta y de manga larga.

Esta mañana estaba todo preparado para lograr el reto, todo, todo, todo, estudiado al milímetro, el recorrido, la altitud, el perfil y¡ hasta el canto!, los avituallamientos, los puntos de agua, las esponjas, y hasta donde comer un poco.

Ahora tengo mucho frio, un frio que no me hace tiritar, no es como cuando tienes fiebre, es un frio interior, universal, no veo muy bien, más bien creo que no veo, tampoco tengo dolor, ni casi memoria, unos pocos flases aquí, que aparecen y vuelven a aparecer, oigo , oigo todavía, ¡pasos de zapatillas!, ¡ muchos pasos de zapatillas! ¡ qué guay! si, oido los pasos de zapatillas, como si una legión romana se desplazara por el valle de la antigua Sagunto, se oyen pasos cada vez se alejan más, son menos sonoros pero más dulces.

El caso, es que estoy un poco cansado, tanto que no me puedo mover, y mira que tengo ganas, que con tanto golpe que me han dado, ya tengo ganas de salir de aquí, pero estoy tan cansado que no me puedo mover, y lo intento, pero nada que no puedo, ni siquiera el dedo meñique.

No puedo hablar, me parece que me han puesto una especie de bozal, un tubo que me envia algo fresquito, pero no no me gusta lo más mínimo, ya me estoy cansando, quiero irme de aquí, saber que estaba haciendo antes, cuando el sol brillaba a mis espaldas, cuando todo eran ánimos, aplausos, no eran solo para mi, pero un poco si, éramos un montón de personas corriendo, de todo tamaño, sexo, religión y condición social, listos, torpes, hasta incluso algún político venido a menos corría por ahí, teníamos pinta de estar muy cansados, corriendo sin motivo aparente, porque nos apetecía,  sentia ya la compleja esencia del ser, el flujo de las fuerzas misteriosas que sentimos cuando la meta esta a la vista, ese cosquilleo que siento cuando voy bien, veo una ciudad de colores, con un gran edificio en forma de yelmo, otro edifico que parece el costillar de un inmenso dinosaurio,  y una peineta gigantesca rematada con un huevo Kinder, está todo muy bien organizado y voy  lento pero fuerte, voy  hinchando el pecho, llenando de aire fresco los pulmones que fueron negros.

Y oigo la música, y los cantos, oigo los pájaros que me saludan desde sus ficus gigantescos, oigo voces y veo sombras y más sombras, pero un poco de color veo a lo lejos, soy el que entra en el arco, el que pisa la alfombrilla, el que tropieza en el último momento, el que se levanta y mira hacia delante, el que camina, el que vuelve a tropezar y ya no se levanta, el que sonrie por haberlo conseguido, el que no sufre....

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